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AMMBAR – Associació de malalts mentals de Barcelona

Associació de malalts mentals de Barcelona

A Ammbar nos parece un artículo muy interesante y real, en sí es cruel pero más cruel es la sociedad que nos aplasta. En él, sin decirlo, se define el estigma social que nos acompaña en todos los niveles de la salud mental.
Lo hemos recibido a través de nuestro amigo Fernando Reyes Crespo, publicado por Joaquín Roberto Jiménez Carrillo
Publicamos el texto entero. No nos importa dar reseña de otra asociación ni de su número de teléfono, lo importante es cooperar. ¡Juntos seremos más fuertes!

La enfermedad de la adicción

Para empezar este artículo voy a haceros una pregunta que debéis responder con absoluta sinceridad, ¿cuántos de vosotros considera la adicción como una simple enfermedad? El tema no es baladí, yo me intereso por bastantes causas y cosas de interés social y estoy absolutamente implicado en algunos frentes, pero por encima de todos está mi interés por las personas que por un motivo u otro están en eso que hemos dado en llamar “riesgo de exclusión social”, término acertado sólo hasta cierto punto, ya que mi experiencia me ha demostrado que cualquier persona y por cualquier motivo, un mal día se puede ver inmerso en una serie de acontecimientos en que la sociedad, por el motivo que sea, que por cierto puede ser variadísimo, pintoresco y hasta absurdo, te excluya sin más… Es éste un hecho que muchas personas no se paran a reflexionar lo suficiente como para observar que esto es absolutamente cierto.
En este momento lo que os voy a comentar es algo sobre esa gente que por nacer en el lugar inadecuado o por contraer una enfermedad que es, por otra parte, absolutamente democrática, adquieren ese martirio de proceder enfermizo llamado adicción. Y hablo de adicción a lo que sea, es decir, puedo estar hablando de cualquiera de nosotros, pero nos vamos a centrar en las personas que adquieren la tan temida enfermedad de la adicción a drogas y alcohol, es decir, a sustancias que alteren su mente y su comportamiento. Y esto por muchos motivos, pero el principal es porque la adicción a las drogas y al alcohol convierte la vida del que la padece y de los seres más cercanos en un verdadero caos.
Sería conveniente, creo, que para empezar desde un punto sólido nos apoyásemos en la definición que la Organización Mundial de la Salud hace de ella: “La adicción es una enfermedad crónica y progresiva, con tendencia a la recaída a la que si no se le pone remedio termina en la cárceles, hospitales y en la muerte. ¡Duro eh!, ¡duro de cojones!, pero más duro es aún su desarrollo. Hagamos una comparativa de esta enfermedad con otra de carácter mortal, por ejemplo el cáncer. Observemos como se desarrolla una y otra y, sobre todo, qué respuesta social tiene cada una de ella… Imaginémonos por un momento que una chaval, cualquier chaval de diecisiete años, pongamos por ejemplo, contrae un cáncer. Éste contará desde un principio con toda la ayuda y la compasión de todos sus familiares, amigos, conocidos y profesionales, vaya lo normal, teniendo en cuenta el carácter empático que caracteriza al ser humano; pensaremos, ¡qué mala suerte, qué putada!, y estaremos dispuestos a acompañar a ese amigo, a ese familiar en la medida de lo posible, intentando insuflarle ánimo y esperanza. Hasta aquí todo normal. Ahora imaginemos a un adolescente que en la época natural de su propio crecimiento, es decir, cuando el joven se enfrenta al mundo tal como lo ha recibido, lo cuestiona y decide averiguar y experimentar para poder acceder a su propia visión de la vida, no a la que le ha venido dada, y busca un lugar tanto dentro de sí mismo como en el grupo social al que pertenece, a su peña, a su pandilla, entra en contacto con el coqueteo con las primeras litronas pandilleras y un poco más tarde con otras sustancias, ya sea hachís, marihuana, dma, tripis, anfetas, cocaína, revuelto (coca-heroína), etc.…, y siente el placer del excitante y apasionante mundo recién encontrado y con el que resuelve desde pequeños problemas de timidez hasta problemas graves provenientes de familias disfuncionales o un millón de posibilidades más y concluye reafirmando una personalidad que todavía se encuentra sólo pespunteada, sin terminar de formar, de hacer. Es entonces cuando estamos ya a las puertas del infierno más exterminador que podamos imaginar. Sin embargo lo vamos a acusar de débil, de vicioso, de perdido, pero casi nunca de enfermo. Pues bien, tal como decía la definición de la OMS, si no se le pone remedio, y quiero hacer constar que esto se producirá si el individuo en sí, tiene información adecuada y decide creérsela y poner en práctica eso que podemos llamar remedio, es decir, y recurriendo de nuevo a la definición de la OMS, sólo podrá pararla, detenerla. Lo que queda de ahí en adelante es un camino de devastadora autodestrucción en vivo y en directo ante la atónita mirada de sus amigos, seres queridos y demás conocidos o desconocidos de la sociedad. Hará sufrir y sufrirá como un verdadero condenado hasta el punto de detestarse, de quererse morir, que a fin de cuentas es lo que está haciendo, pero lentamente. De manera que cuando llegue el amargo final todos, familiares, amigos y demás se encontrarán con sentimientos complejos, contradictorios y reales como la vida misma. Por algún lugar en el sepelio oiremos la tremenda y sincera exclamación expresando aquello de “bueno, ¡menos mal, ya acabó todo por su bien y, sobre todo por el de sus familiares!”. Juro por mi vida que así es. Y la única diferencia entre estas dos enfermedades mortales es que tienen desarrollos diferentes. Y para terminar un halo de esperanza para los enfermos de la adicción a las drogas, este problema tiene remedio, tiene solución, es más, la única condición “sine qua non”, necesaria, es el deseo de curarse. Si queréis saber más sobre la enfermedad y su solución, poneos en contacto conmigo a través de esta pagina o llamando al teléfono de la Asociación Caminar 951 404 657, enfermos adictos y enfermos que forman parte de su entorno. ¿Y por qué?, porque este artículo lo ha escrito un enfermo adicto que se recupera satisfactoriamente con la ayuda necesaria.

Joaquín Jiménez

Seguimos hablando de la droga permitida y el error de la educación social.

Los jóvenes comienzan a tomar alcohol a los 13 años

La mayoría de los chicos y chicas comienzan a consumir bebidas alcohólicas con amigos para probar y los padres que saben que sus hijos consumen, suelen autorizarlo.

Los jóvenes se inician en el consumo de alcohol con amigos.

Universia

Casi siete de cada diez profesores no habla sobre el consumo de alcohol en las charlas mantenidas con los padres

Uno de cada diez jóvenes de entre 12 y 18 años consume alcohol cada semana.Además, la edad media en la que los adolescentes comienzan a beber es de 13,7 años aunque los padres creen que el inicio es a los 15 años, según el estudio “Juventud y Alcohol” realizado por la Fundación Pfizer.

El 56,1% de los encuestados dijo comenzar a beber con amigos y lo hacen en gran parte por “probar” en el 37,1% de los casos.

Uno de cada diez jóvenes de entre 12 y 18 años consume alcohol cada semana, y poco más de un tercio, al menos una vez al mes, en tanto que las tasas se elevan entre los jóvenes de 16 y 18 años hasta un 22,8% y 61,7%, respectivamente.

El 17,7% de los chicos dice haberse emborrachado en el último año, porcentaje que asciende a casi un 50% entre los que tienen entre 16 y 18 años mientras que los padres lo creen así solo en un 5,2%.

En cuanto a las bebidas alcohólicas que consumen con más frecuencia el fin de semana, el 55,2% opta por licores de alta graduación mientras que sus padres creen que es así en el 36,8% y, en general, éstos indican unas tasas inferiores a las declaradas por sus hijos. El 24,1% de los padres piensa que sus hijos no compran alcohol, pero sólo el 12,7% de los jóvenes dice no hacerlo. El 39,4% dijo que lo adquiere en grandes o medianas superficies, el 19,9% en bares y el 11,3% en tiendas de “chinos”. 

Los jóvenes suelen beber en calles, plazas o parques, así lo afirma el 41,5% de los entrevistados y el 33,1% en una casa, propia o ajena.

Según el estudio, sólo uno de cada cuatro jóvenes que consume alcohol querría dejar de beber o, al menos, reducir su consumo, a pesar de que la mayoría de ellos afirma estar suficientemente informados sobre sus efectos y los problemas que causa.

La mayoría de los entrevistados dice no hablar nunca o casi nunca con sus padres sobre el consumo de alcohol, algo que se produce en mayor medida entre los jóvenes de 12 a 15 años, que entre los que superan esa edad.

En general los profesores hablan con sus alumnos de estos temas: el 10,4% muchas veces, el 16,6% bastantes veces y el 57,4% algunas veces.

En este sentido, casi siete de cada diez profesores aseguran que no trata este asunto en las conversaciones mantenidas con los padres de los estudiantes. Además, uno de cada tres dice haber detectado en clase falta de atención o bajo rendimiento a causa del consumo de alcohol.

En cuanto a las medidas para reducir la problemática, los profesores dan prioridad máxima al papel de la familia, muy por encima del que podrían jugar los poderes públicos o los propios centros de enseñanza.

El estudio fue realizado en base a 1.675 entrevistas realizadas a jóvenes españoles de entre 12 y 18 años, padres y madres, así como a profesores de ESO y Bachillerato.

Alcohol y jovenes

By mariajesus
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En Ammbar nos preocupan mucho los jóvenes, el futuro de la sociedad. Pero vemos que cada vez más, están cayendo en las redes de una droga “admitida” por todos ya que no está prohibida y es fácil de adquirir: las bebidas alcohólicas.
Por eso nos hemos puesto manos a la obra y hemos encontrado algunos artículos muy interesantes, para los que el tiempo no tiene importancia, por eso eliminamos los años y publicamos lo que creemos es interesante de leer por todos, incluso ellos mismos. Hoy publicamos el primero:
Consumo de alcohol
En la actualidad asistimos a una creciente demanda de información sobre los patrones de consumo de alcohol en nuestra sociedad, por la problemática social y personal que plantea. Dentro de estos patrones adquieren una mayor importancia los asociados a las pautas de consumo de la adolescencia y juventud, que va aumentando, tanto en número de bebidas adquiridas, como en el de su graduación alcohólica.
La accesibilidad de los jóvenes a las bebidas alcohólicas es cada vez mayor, a pesar de las prohibiciones impuestas de su venta a menores. La edad media de inicio en el consumo de alcohol entre los escolares, según los datos de la Encuesta sobre Drogas a la Población Escolar (Delegación del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas), es de 13.6 años, y la edad media de inicio de consumo semanal se sitúa en los 14.9 años, según esta fuente las chicas registran mayor prevalencia de consumo de alcohol, aunque en cantidades menores. El 84.2% de los escolares ha consumido alcohol en alguna ocasión y el 43.9% consume al menos una vez a la semana. En cuanto a los episodios de embriaguez el 41% de los escolares se han emborrachado en alguna ocasión y el 23.6% en el último mes.
Un 80% de las muertes registradas entre adolescentes se deben a causas violentas y dentro de ellas las relacionadas con drogas o alcohol representan el 50%, existiendo un mayor porcentaje de suicidios en los adictos a estas sustancias. Además, se consideran los factores familiares de gran importancia en el inicio y curso clínico de la adicción al alcohol y otras drogas, ya que hasta un tercio de los niños tienen su primera oferta de consumo de bebida alcohólica dentro del ambiente familiar, por lo que la implicación de la familia tiene gran importancia en todo programa terapéutico.

¿Por qué consumen?
La creencia más compartida entre los diferentes grupos de adolescentes y jóvenes, tiene que ver con la asociación, según su opinión, entre el consumo de alcohol y las “consecuencias positivas” que este proporciona. Entre estas destacan, según ellos indican, una potenciación de la actividad psico-física ( alegría, euforia, superación de la timidez y retraimiento, mejoría del estado de ánimo, etc.), posibilidad de diversión e integración dentro del grupo de amigos donde la mayoría consumen.
En la medida que el alcohol proporciona a los jóvenes una serie de efectos o consecuencias positivas, y el joven los interpreta como un beneficio, dichos efectos se convierten en motivos de consumo. La juventud, como regla general, no asocia el consumo de alcohol con los problemas que de él pueden derivarse, ellos esperan del alcohol cambios positivos globales (facilitador de expresividad emocional, desinhibidor y potenciador de las relaciones sociales, etc.), y a la vez no creen que dicha sustancia tenga consecuencias negativas, influyendo considerablemente en un mayor consumo durante el fin de semana, donde las relaciones interpersonales se intensifican. Por eso anticipar los “efectos positivos” y no las verdaderas consecuencias negativas, conlleva a que se produzca un mayor consumo social.
Esta consideración positiva hacia el alcohol, hace que se considere al mismo como una droga socialmente aceptada y de amplia difusión, lo que hace que los adolescentes, en un amplio porcentaje, no valoren el alcohol como una droga y no consideren su consumo como puerta de entrada hacia la adicción a otras drogas, sin embargo hay varios estudios que demuestran todo lo contrario y según los cuales es muy poco frecuente el uso de cocaína o heroína, sin haber consumido anteriormente tabaco, alcohol o cannabis.
En resumen, los motivos principales que el mundo adolescente o juvenil usa para explicar el consumo de bebidas alcohólicas son:
• Es un modo de “ponerse alegre”, “alcanzar el punto”.
• Forma de búsqueda de afiliación, con imitación de conductas, con consumo que a veces se impone desde el propio grupo de amigos en el que se participa.
• Presión social, a veces producida desde la publicidad.
• Desinhibición, superación de la vergüenza.
• El consumo actuaría como un modelo de imitación y expresividad de la edad adulta.

Qué, cuanto y cómo consumen
Las pautas de consumo en el mundo adolescente y juvenil han sufrido una serie de cambios durante los últimos tiempos, y además, se han ido configurando unas características peculiares, propias de este grupo de edad, alejadas del modelo adulto y tradicional de consumo.
Así podemos destacar como características principales de este grupo de edad en su relación con la adicción alcohólica:
Búsqueda de nuevos motivos para el consumo, destacando sobre todo la afectación en la esfera psicoactiva de la personalidad. Evasión de lo cotidiano, conseguida mediante la embriaguez, bebiéndose más alcohol y de más graduación.
Concentración de los períodos de bebida durante el fin de semana o períodos festivos, con incremento de “borracheras”, y lo que ello conlleva como alteraciones del orden público o accidentes de tráfico.
Progresivo descenso de la edad de inicio de consumo de bebidas alcohólicas, que según algunos estudios, se localiza sobre los 12 años, aunque es en torno a los 16 años donde se produce una modificación de las pautas de consumo.
La cerveza (entre semana) y las bebidas de alta graduación “combinados” (los fines de semana) encabezan el ránking de bebidas preferidas entre los jóvenes.
En el entorno adolescente y juvenil el consumo de alcohol se suele producir fuera de casa y en espacios donde se producen las relaciones sociales de los jóvenes. Así mientras el consumo se produce en lugares donde hay relaciones entre iguales, hay una ausencia de consumo en el contexto familiar.
Las creencias predominantes sobre el alcohol siguen destacando sus “efectos positivos” como hemos visto anteriormente, dejando los aspectos negativos “para los demás” (“eso no me pasará a mí”).
Al analizar los efectos producidos por el consumo de alcohol es probable que el joven elija la estimulación agradable, cierta e instantánea proporcionada por el mismo. De este modo se construyen pensamientos propios (“no todos los que beben alcohol tendrán una dependencia física o psicológica” “no todos tienen accidentes de coche”, “el alcohol afecta a los otros, que no controlan, pero no a mí”…) que contribuyen a reforzar los efectos o ideas positivas.

Como actúar sobre el problema
Es importante no considerar de forma aislada a los jóvenes del contexto social en que se desenvuelven, sino a ambos conjuntamente, para tener siempre presente los respectivos elementos del sistema: jóvenes, familia, escuela, y barrio o municipio y actuar conjuntamente sobre todos ellos.
Así podíamos considerar diferentes actitudes o pautas de actuación frente al problema, entre los que destacarían:
Diseñar programas de educación, en los que se incida no sobre los efectos negativos del consumo alcohólico, sino sobre los efectos positivos del no consumo, este pequeño matiz, haría que las medidas tuvieran una mejor acogida general y una mayor eficacia.
Orientar las actuaciones en el nivel educativo cuestionando y delimitando los efectos positivos del alcohol, que es el conjunto de creencias más desarrollado. Se debe partir de una información realista, que sitúe en su término más justo los “efectos reforzantes” del alcohol, pero que también muestre sus límites. Además existen una serie de creencias erróneas respecto al alcohol (aumento de la potencia sexual, modo de combatir el frío, o como utilidad terapéutica), transmitidas de generación en generación que necesitan ser desmontadas.
Desarrollar programas de entrenamiento en habilidades sociales, para actuar principalmente en la preadolescencia, antes de que se instaure el consumo habitual de alcohol, para ayudar a esta población a hacer frente a la enorme presión que el grupo ejerce sobre aquellos que no beben. Para ello se debe formar a profesores del sistema educativo, educadores de calle, animadores sociales, etc.
Hay que utilizar medidas eficaces que no tienen porque ser las más costosas. Hacer más baratas las bebidas no alcohólicas, ya que actualmente es más barato consumir una bebida alcohólica que un refresco, así como potenciar bebidas exóticas con menor o nulo contenido alcohólico pero “que entren por los ojos” a los jóvenes.
Conseguir imponer líneas de trabajo que logren que la edad de inicio del consumo habitual de alcohol se retrase lo máximo posible, lo cual tendrá una incidencia importante en la prevención de los consumos problemáticos del alcohol.
Formular objetivos para evitar la desconexión de los adolescentes de los sistemas de contexto, sobre todo educativo, modificar las creencias de adolescentes y jóvenes sobre el alcohol, trabajando fundamentalmente sobre las motivaciones de consumo, o diseñar estrategias para reducir lo máximo posible el dinero que los jóvenes llevan encima los fines de semana.
Actuar sobre los espacios físicos por donde se mueve la juventud, revisando su diseño. Así podemos:
• Ceder lugares donde creemos espacios lo más parecidos a los bares y ponerlos en manos de grupos o entidades no controlados por la Administración, que les dé más libertad.
• Estimular programas que comporten la presencia de educadores en lugares que ellos frecuentan.
• Obligar a los bares a crear espacios alejados de la barra y con un volumen de música reducido que permita la comunicación y la organización de actividades atractivas que concentren el tiempo de ocio y diversión.
• Incidir en la importancia de la familia como factor regulador del consumo y como medio de información.
• Por último, estimular el debate entre las diversas fuerzas políticas para la creación de diversos programas juveniles de control y prevención de las adicciones.

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