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AMMBAR – Associació de malalts mentals de Barcelona

Associació de malalts mentals de Barcelona

Los factores interrelacionales son decisivos para que una persona con enfermedad mental pueda llevar una vida normal.

 

El Hospital Sagrat Cor celebra el acto “La capacitación en salud mental” con motivo del Día Mundial de la Salud Mental.

- Dos personas afectadas por una enfermedad mental han expuesto su experiencia durante la jornada

- El acto ha sido presidido por el alcalde de Martorell y por la regidora de Sanidad, Enseñanza y Servicios Sociales

Martorell, Octubre de 2012.- El tratamiento médico no es el único factor necesario para que una persona con una enfermedad mental pueda normalizar su vida. La predisposición del enfermo y la implicación y colaboración de la familia, profesionales sanitarios y la sociedad en general son clave en el proceso de capacitación de la persona.

Este ha sido uno de los principales temas tratados en la jornada “La capacitación en salud mental”, organizada por el Hospital Sagrat Cor de Martorell de Hermanas Hospitalarias, junto con la Asociación de Familiares de Enfermos Mentales del Baix Llobregat Nord (AFASM), con el objetivo de plasmar la realidad de las personas que sufren problemas de salud mental.

El acto, que ha congregado, en el Centro Cultural de Martorell, a personas afectadas por una enfermedad mental y familiares, ha sido presidido por el alcalde de Martorell y presidente de la Diputación de Barcelona, Salvador Esteve y Figueres, y por la regidora de Sanidad, Enseñanza y Servicios Sociales del Ayuntamiento de Martorell, Mercè Morera.

La capacitación de una persona con una enfermedad mental con el fin de que pueda llevar una vida normal alejada del entorno psiquiátrico va más allá del tratamiento farmacológico. “Sí bien este es especialmente importando cuando el paciente se encuentra afectado por los síntomas más agudos de la enfermedad, una vez se ha conseguido paliar esta sintomatología, los factores interrelacionales, como la actitud de la familia o del entorno social, pueden ser un obstáculo o un elemento favorecedor de este proceso de recuperación”, explica José Antonio Larraz, director médico del Hospital Sagrat Cor.

El especialista considera, en este sentido, que “es necesario que la familia comprenda y aprenda a convivir con la nueva realidad, y que la sociedad dé la oportunidad a estas personas de demostrar sus aptitudes”. “Hay que dar un paso adelante y huir de los tópicos todavía vigentes en el imaginario colectivo como, por ejemplo, que enfermedad mental es sinónimo de peligrosidad o inutilidad”, añade. Para conseguir una visión normalizada de las personas con una enfermedad mental es esencial, tal y cómo se manifestó durante la jornada, conocer a la persona y verla no como enfermo mental, sino como persona”. “Sólo así se facilitará el camino para que el afectado pueda dejar atrás el rol de enfermo incapaz”, afirma el doctor Larraz.

Asimismo, la aceptación de un mismo con las propias capacidades y limitaciones es un aspecto básico a lograr por parte de la persona afectada por una enfermedad mental.

Además, “es necesario que la persona tenga la disposición de ejercer unos derechos que se le tienen que reconocer, como por ejemplo el respeto, la dignidad o la oportunidad de demostrar sus aptitudes, pero también de asumir determinadas obligaciones”, explica el director médico del Hospital Sagrat Cor.

No debemos olvidar el papel esencial que juega el personal sanitario en este camino hacia la capacitación. “Es básico que estos profesionales, a parte de utilizar las técnicas médicas adecuadas, trabajen su vertiente más humana a partir de escuchar, comprender y apoyar a la persona afectada y a su familia”, asegura Larraz.

Testimonios en primera persona 

Como ejemplo práctico de este proceso de normalización, dos personas afectadas por una enfermedad mental han expuesto su experiencia en el marco de la jornada. Bajo el pseudónimo de “Princesa Inca”, Cristina ha escrito el libro de poemas La mujer precipicio, donde recoge su vivencia. Jardinera y estudiante de psicología, fue diagnosticada con un trastorno bipolar. La escritura fue uno de los vehículos que la ayudó a superar los estigmas que acompañan las personas que sufren su trastorno y a llevar una vida totalmente normal. Actualmente, es colaboradora del programa “La ventana” de Cadena Ser.

Mercedes, delineante de profesión, casada y con tres hijos, sufrió un brote psicótico y se le diagnosticó una esquizofrenia paranoide. Ella misma explica que “lejos de hundirme en el pozo de la enfermedad, luché para seguir adelante y normalizar mi vida disfrutando de pequeños placeres como la escritura, la pintura, la música, etc.”. Su experiencia personal le ha servido para escribir el libro Esquizofrenia y realidad.

Los dos testimonios señalan que el proceso creativo -artístico y literario- ha sido clave en el proceso de recuperación de la normalidad de su vida.

Sobre Hermanas Hospitalarias 

El Hospital Sagrat Cor de Martorell es un centro asistencial que ofrece atención hospitalaria en salud mental y sociosanitaria, y dispone de más de veinte equipamientos comunitarios repartidos por el territorio catalán.

Estos centros están gestionados por la Congregación de las Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús, fundada el 1881 por San Benito Menni, miembro del orden de San Juan de Dios, María Josefa Recio y María Angustias Giménez Vera. Los tres fundadores sintieron la necesidad de crear una institución que diera respuesta a la situación de abandono sanitario y de exclusión social que vivían los enfermos mentales de la época, especialmente las mujeres. El primer centro se fundó a Ciempozuelos, a pocos kilómetros de Madrid.

 

Hoy ponemos este artículo para que nos podamos poner en el lugar de nuestras familias, parejas y/o amigos que nos quieren ayudar.

Lo podemos leer y luego hacer una lectura conjunta o no, según decidamos. Así para los que no lo tienen muy claro sepan de nuestro dolor. Y para que nosotros tengamos claro que no somos el centro del mundo de nuestra familia, que sepamos superar nuestro egoísmo…

Qué puede hacer la familia de un depresivo para ayudarle

Que la depresión es una enfermedad que causa mucho sufrimiento es algo que testimonian todos cuantos la han padecido. También quienes, por razones de su profesión, les acompañan en ese doloroso proceso. La importancia que, en tales circunstancias, adquiere la familia como elemento de contención merece ser destacada. En medio de la experiencia de desconcierto, de estrés y, frecuentemente, de impotencia ante el sufrimiento en el que se debate la persona querida, se convertirá en un valiosísimo instrumento de ayuda si sabe controlar la ansiedad y actuar siguiendo las pautas que, de acuerdo a lo que recomiendan los expertos, son las más indicadas en el trato con las personas que adolecen de una grave depresión. Subrayaré algunas de ellas:

1.- Ponerle en manos de profesionales.
La depresión es una enfermedad grave. La intervención terapéutica sobre el deprimido no puede dejarse en manos de aficionados que, con indicaciones, a veces, contraproducentes, creen poder sacarle del pozo de desolación en el que se siente hundido. El principio de la sanación pasa por persuadirle de que precisa la intervención de especialistas en psiquiatría o en psicología. Convencerle, no siempre resultará fácil, pero es absolutamente imprescindible. El tacto y la delicadeza con que realicen esa tarea contribuirán a vencer resistencias y superar recelos. En cualquier caso, la familia deberá mostrarse persistente a este respecto, dispuesta siempre a acompañar al enfermo a la consulta médica y no oponerse, si así lo aconsejan los profesionales, a su internamiento.

2.- Ayudarle a aceptar la enfermedad.

Nadie es culpable de padecer una enfermedad. Cuando ésta se instala en una casa, tanto quien la sufre como quienes le rodean quedan profundamente afectados. Es difícil para la persona enferma aceptar su condición de tal. Tampoco es fácil para el resto de la familia. Sin embargo, el principio detodo proceso terapéutico pasa por asumir esa situación. Reconocer el hecho, aceptar las limitaciones que supone para el enfermo y para su entorno, reevaluar la relación emocional que se mantiene con él, modificar las expectativas que pudieran tenerse y ayudarle a que, tras el natural periodo de negación, tristeza o rabia, acepte lo que no está en sus manos evitar. Si eso se consigue y se mantiene el propósito de colaborar con los expertos en salud mental, se habrá entrado en la vía que conducirá a aminorar las consecuencias de la enfermedad.

3.- Estar a su lado.

Quienes nunca hemos experimentado un episodio depresivo tenemos dificultades para entender el grado de sufrimiento, desamparo y pérdida de sentido en que queda sumido el depresivo. No necesita piadosas recomendaciones, ni constantes invitaciones a que levante el ánimo o a que ponga más de su parte. ¡Cómo si eso fuera algo que depende de su voluntad!… Necesita de personas empáticas que no le juzguen, que le muestren comprensión, que, sencillamente, sepan estar a su lado.

4.-Respetar sus silencios.

Y hacerle llegar que se es consciente de su pesar y se está dispuesto a ayudarle. Disposición a escucharle, si quiere hablar, y comprensión y respeto, si prefiere guardar silencio. Sin olvidar que la tendencia al aislamiento y la dificultad comunicativa forman parte de la sintomatología del depresivo. Es absurdo presionarle para que se muestre expansivo o sociable como si eso fuera algo que estuviera a su alcance. Esas actitudes le tensionan y le hacen sentirse más solo ante la evidencia de que quienes le rodean no parecen percatarse de las limitaciones que le impone su enfermedad y del profundo dolor que las mismas le producen.


5.- No pedirle explicaciones.
Sencillamente, porque no las puede dar. Tampoco él sabe qué le pasa. Exigírselas es una torpeza que le provocará irritación. Y que reforzará su convicción de no ser entendido. Demandar explicaciones racionales para algo que nada tiene que ver con la razón, no es, si se me permite la redundancia, nada razonable y refuerza al depresivo en su experiencia de profunda soledad. Lope de Vega que sufrió graves depresiones, dice: “Si me preguntase a mí mismo qué mal tengo, no sabría responderme, por mucho tiempo que lo pensase”.

6.- Huir de los consejos.
Las invitaciones a que se anime, a que ponga de su parte, a que salga, a que se divierta, a que participe en actividades… son indicaciones condenadas al fracaso. Simplemente, porque no está en sus manos seguirlas. Refiriéndose a su experiencia terapéutica, recordaba el Dr. Vallejo Nájera que casi todos los que han padecido una depresión referían, pasado el tiempo, la angustia que les producían esas consignas dictadas por la buena fe de sus allegados. Sin entender que el bloqueo que sufre le lleva a ver cualquier tarea, por rutinaria o nimia que parezca, como una carga abrumadora.

7.- No presionarle.

De ahí la importancia de evitar consignas en ese sentido. La depresión, ya lo dijimos, no es algo que se elija. Tampoco algo cuya superación dependa de la libre voluntad. Insistirle para que se comprometa con actividades con las que no se siente cómodo resulta contraproducente. Lo explica gráficamente, de nuevo, Vallejo Nájera: “La depresión imposibilita para el disfrute de nada. Si le lleva a una película cómica, ‘le llevé para ver si se reía un poco’, sólo percibirá el enorme esfuerzo que le cuesta salir de casa, que no es capaz de seguir la acción del film porque se fatiga su atención, que los demás ríen y el permanece indiferente y que tiende a ensimismarse dando vueltas a sus negros pensamientos sin atender a la proyección. Si ocurre esto en algo pasivo y agradable como ver una película cómica, podemos deducir cómo queda aplastado si se le obliga a acudir al trabajo, a enfrentarse con un problema o una ardua tarea para la que se siente incapacitado”.

8.- Trasmitirle esperanza.
La vivencia depresiva es, lo venimos diciendo, difícilmente definible. La pena, la desesperanza, la angustia, la desgana, la sensación de impotencia se amalgaman en lo más hondo del alma y hace que quien experimenta tan desasosegantes emociones, se perciba como en un callejón sin salida, como en una oscura mazmorra de la que jamás podrá ser liberado. Quienes le son más próximos siempre podrán ofrecerle una pizca de esperanza. Y hacerlo con legítima coherencia persuadiéndole de que, aunque en esos momentos no pueda entenderlo, sí que hay salida de esa cárcel y luz al final de su túnel. La depresión es una enfermedad tratable y quien sigue las pautas que le marquen los profesionales puede abrazar la legítima esperanza de que llegará la mejoría.

9.- Reforzarle positivamente.
Rasgo relevante del depresivo es su déficit de autoestima. Tiende a ignorar sus luces y a recrearse en sus sombras, a recordar sus fracasos y a pasar por alto las ocasiones en que le sonrió el éxito, a destacar sus defectos y subrayar sus debilidades, obviando sus virtudes y los méritos contraídos a lo largo de su vida. En tales circunstancias, el papel de la familia es clave para resaltar sus cualidades, poner en valor las múltiples capacidades que atesora y, por encima de todo, lo mucho que, a pesar de las dificultades del momento presente, él o ella significan para quienes tanto les quieren.

10.- Cuidarse a sí mismo.
Una última consideración. Convivir con el depresivo es todo menos fácil. Los estados anímicos son, a poco que uno se descuide, contagiosos. Cuando son negativos tienden a generar, en su entorno, vivencias profundamente dolorosas y emociones contradictorias de difícil manejo. Cuidar a un depresivo es un desafío no menor para el que hay que saber prepararse y ante el que uno debe protegerse. No es fácil convivir y cuidar de alguien que se ha instalado en la tristeza, que puede tener comportamientos no fáciles de entender y con quien la comunicación es siempre complicada.

 En tales circunstancias convendrá hacerse cargo de las preocupaciones y sentimientos de los distintos miembros de la familia, prestarse apoyo mutuo e intentar controlar las situaciones generadoras de estrés. La atención al deprimido no puede absorber todos sus recursos afectivos de manera que se descuide el “autocuidado” de todos y cada uno de los integrantes de la familia. Es un grave error dejarse atrapar por el duro oficio de cuidador, eliminando espacios en los que se puedan atender las propias necesidades. Quien no sabe cuidarse difícilmente podrá ser un buen agente de ayuda. Acabará culpabilizando al enfermo, perpetuando la situación de la que pretendía liberarlo. Velar, pues, por uno mismo, lejos de ser una expresión de egoísmo, constituye siempre una garantía de eficacia en el tratamiento del familiar enfermo.

JOSÉ MARÍA JIMÉNEZ RUIZ
Terapeuta familiar y vicepresidente del Teléfono de la Esperanza

 

Hoy día 5 de junio hemos estado en el Salón de Ciento de Barcelona, con motivo del homenaje a toda la trayectoria de la Dra. psiquiatra Roser Pérez Simó.
Se le ha brindado el homenaje como inicio del 5é Congrés Català de Salut Mental.
Han hablado maravillas de ella tanto políticos, como médicos que durante su vida profesional han trabajado codo a codo con ella y todos han llegado al acuerdo de que si es buena profesional todavía es mejor persona.
Con la autorización de la Dra. publicaremos íntegro el discurso emitido con motivo de su homenaje pero como siempre decimos “sin prisas pero sin pausas”. Gracias Dra Pérez Simó.